Palabras de Vida. Octubre

La oración te fortalece.

Dios es tu Padre Celestial y desea saber de ti. Puedes acercarte a Él a través de la oración.
“¿Qué es orar?”, “Es hablar con Dios”


Sin lugar a dudas, la oración marca con su influencia nuestras acciones y conductas, hasta tal punto que
las personas que tienen el hábito de orar viven con más paz interior, manifiestan una tranquilidad y
reflejan en su rostro una nueva expresión. En lo más profundo de su conciencia brilla una luz: cuando
una persona ora, instaura con Él una relación viva.


Cuando practicamos la oración empezamos a descubrirnos a nosotros mismos, a cultivar un sentimiento
ético, de solidaridad con los más débiles. Descubrimos nuestros egoísmos, nuestra vanidad y nuestros
desatinos. Propiamente entendida, la oración es una actividad madura, indispensable para el desarrollo
complejo de la personalidad y para la integración de las facultades más profundas del ser humano.
Justamente a través de la oración podemos alcanzar la armonía y la unificación de «cuerpo, mente y
espíritu», que es lo que otorga a la frágil constitución humana su fortaleza invencible.


La oración puede hacerse en voz alta o mentalmente. Puedes hablarle a Dios como lo haces con otras
personas. Tus palabras no tienen que ser elocuentes o memorizadas. Es más importante que abras tu
corazón. Ten fe de que Él está ahí para ti y que te escucha, porque así es. Ten fe en que Él te ayudará,
porque lo hará.


Antes de empezar, encuentra un lugar tranquilo donde te sientas cómodo. Una buena manera de
comenzar es dirigirte a Dios por su nombre. Puedes decir, “Querido Dios”, o “Querido Padre Celestial”,
“Padre Nuestro que estás en los Cielos”, o simplemente “Dios”.


Habla de tu corazón y comparte tus esperanzas y deseos como también tus preocupaciones y
problemas. Considera lo que dice Mateo 21:22. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Puedes pedirle Su ayuda, dirección, perdón o sanación. Lo que sea que esté en tu mente, tráelo a Él.
Reconoce que Su sabiduría y Su tiempo son más grandes que los tuyos. Puedes preguntarle qué es lo
que Él quiere para ti.


Comparte con Dios tus sentimientos hacia otras personas. Puedes pedir por sus necesidades o
preguntarle en qué manera puedes ayudarles y amarles.


Agradécele a Dios por todas las bendiciones en tu vida. Aun los desafíos pueden ser una bendición.
Estos nos ayudan a ser humildes y a mantener nuestro corazón y mente más abiertos a las respuestas
de Dios.


“Ora como si todo dependiera del Señor; y trabaja como si todo dependiera de ti”. Es en el proceso de
hacer y actuar que a menudo recibimos la guía y la ayuda de Dios.


Cordialmente,
Eunice Ovalle Castellanos.

Pastora y Orientadora Espiritual.

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