Palabras de Vida. ABRIL

Mi hogar una bendición de Dios

Debiera hacerse del hogar todo lo que la palabra implica. Debería ser un pequeño cielo en la Tierra,
un lugar donde se cultiven los afectos, en vez de que se los reprima deliberadamente. Nuestra
felicidad depende de que cultivemos el amor, la comprensión y la verdadera cortesía mutua.


Nuestros hogares son una bendición de Dios en la tierra. Salmos 91:9-10 dice así: Porque has
puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación, No te sobrevendrá mal, Ni
plaga tocará tu morada. Nuestras familias están cubiertas por la presencia de Dios. El símbolo más
dulce del cielo es un hogar presidido por el Espíritu del señor. Si se cumple la voluntad de Dios, los
esposos se respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la confianza.


Podemos cultivar hogares alegres y felices. La felicidad depende de las influencias que se sienten
en el hogar. Los intereses eternos dependen del debido cumplimiento de los deberes de esta vida. El
mundo no necesita tanto grandes intelectos, como hombres buenos que sean una bendición en sus
hogares. Si invitamos a Cristo al hogar, podremos discernir entre el bien y el mal y ayudar a
nuestros hijos para que sean árboles de justicia, que lleven los frutos de paz perdón y unidad.


Podrán sobrevenir dificultades, pues estas constituyen la suerte que le toca a toda la humanidad.
Pero resplandecerá la paciencia, la gratitud y el amor en el corazón, por nublado que esté el día.
El hogar, aunque sea sencillo, puede ser siempre un lugar donde se pronuncien palabras
alentadoras y se realicen acciones bondadosas, donde la cortesía y el amor sean huéspedes
permanentes.


No debe haber disensión en la casa. ‘Más la sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura,
después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no
fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz. Mansedumbre y paz es
lo que anhelamos para nuestros hogares.


Solo la presencia de Cristo puede hacer felices a hombres y mujeres. Cristo puede transformar todas
las aguas comunes de la vida en vino celestial. El hogar viene a ser entonces un Edén de
bienaventuranza; la familia, un hermoso símbolo de la familia celestial.
El símbolo más dulce del cielo.

Cordialmente,
Eunice Ovalle castellanos
Pastora y Orientadora Espiritual. CCAH.

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