Preparándonos para algo grande
Por estos días de intenso calor, enmarcados en un paisaje soleado y con el deseo ferviente de refrescarse es común salir en familia a disfrutar un fin de semana en el campo: tal vez los menores de desplazarán con tecnología a bordo, mientras los adultos disfrutaremos un paseo bien de mañana pisando hierbas humedecidas por el sereno, aquel nombre ancestral que escuchamos de nuestras abuelas para referirse al rocío.
Durante el tiempo de estadía en el campo tal vez pasemos desapercibidos la presencia de algún pequeño cuidando animales, es mas lo consideraremos parte del paisaje; pero bien valdría la pena preguntarnos ¿Dios qué propósito tiene con la vida de este pequeño?
Probablemente nunca mas le veamos, fruto de nuestro andar solo interesados en nuestro paseo, o en años será un campesino más que seguirá haciendo parte del entorno y mandando para entonces a sus hijos a hacer la labor que hoy desempeña; pero, ¿qué tal que llegue a ser el más exitoso y reconocido jefe de estado?
Lo anterior recrea de una manera muy nuestra y coloquial lo que la Biblia nos narra en el primer libro de Samuel sobre la elección del Rey David.
En los parámetros humanos Samuel se interesó mucho en los bien parecidos y adultos, pero Dios se fijó en el último de los hermanos, el más pequeño que se encontraba cuidando ovejas, en David.
David no solo llegó a ser Rey, sino el Rey más reconocido por su generación y las siguientes hasta el tiempo del Señor Jesús, un hombre con un corazón conforme a Dios, el dulce cantor de Israel… y pensar que todo comenzó con un pequeño cuidando ovejas!
Dios usa aún los oficios más simples para llevar de lo simple a lo extraordinario vidas ordinarias, nos enseña que el mayor desafío del liderazgo no está en aprender a liderar sino en aceptar ser liderado.