Desde el año 1924 la humanidad ha dedicado una jornada a los niños en Abril, las entidades de salud y recreación, así como el comercio en general suelen extender la celebración a todo el mes; así las cosas no es raro encontrar promociones por el mes del niño, pero vale la pena preguntarnos, ¿qué significan para nosotros los niños?
Cada uno de nosotros vivió en la niñez no solo una etapa inevitable para llegar a ser adulto, sino quizás la que más recuerdos y bellos sentimientos le ha aportado para la vida, razón suficiente para desarrollar la responsabilidad de aportar momentos significativos para cada niño con quien tenemos la oportunidad de compartir, así sea aquellos que vemos por única vez.
Lastimosamente a muchas personas les cuesta acercarse a un niño para verlo como persona, compartir con él, escucharlo y enseñarle algo que le aporte para su vida… bueno en realidad no se trata de acercarse a un niño, sino más bien permitir que ellos se acerquen puesto que generalmente tienen una hermosa habilidad para abordar personas, romper el hielo, iniciar conversaciones y ganar nuevos amigos; habilidades que al llegar a adultos generalmente perdemos sobre todo por nuestra manera prevenida de ver la vida y sobre todo en las relaciones, hablamos de perdón y ellos son expertos en pelearse y volver a jugar a los pocos minutos, los pequeños nos abordan al poco rato de estar dolidos por una sanción recibida . En ese orden de ideas podríamos hacer una larga lista de habilidades comunicativas, sociales, relacionales y de todo tipo.
Pasamos de la generación anterior en la que al niño no se le permitía nada, a la actual en la que al niño se le permite todo, pasando por alto la sabia enseñanza bíblica “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.” Proverbios 22:6.
Comparta más con sus hijos, con los niños de su familia y entorno, apórteles momentos significativos recordando que quien acepta y acoge a un niño a Dios mismo recibe: “El que recibe en mi nombre a uno de estos niños me recibe a mí; y el que me recibe a mí no me recibe a mí, sino al Padre que me envió” Marcos 9: 37